Democracia, derechos humanos y conservación del medio ambiente. Son tres de los ideales que nuestra sociedad global aspira a consolidar en este siglo XXI. Al mismo tiempo, es aún muy extendido y diverso el fenómeno religioso en todas las culturas. Varios aspectos de las tradiciones religiosas monoteístas predominantes (judeocristianismo e islam) están en conflicto con estos conceptos. Miles de años de religión, frente a un par de siglos de democracia, y apenas unas décadas de la internacionalización de los derechos humanos y de los llamados al uso sostenible de los recursos naturales. ¿Serán estos ideales una rareza reciente, pasajera y condenada al fracaso, frente a creencias milenarias que quizás estén demasiado arraigadas en nosotros y sean demasiado rígidas para adaptarse? Analicemos los contrastes.
En el mito del génesis judeocristiano, el ser humano es el centro y señor de la creación. Se nos inculca la idea que estamos por encima de la naturaleza en lugar de prevenirnos que somos apenas una frágil parte de esta, eso ha justificado la depredación de los recursos por nuestra parte sin ningún miramiento. Más aún, resulta alarmante la creencia en un inminente “final de los tiempos” como lo proclaman las interpretaciones más literales de la biblia. ¿Qué incentivo puede tener una sociedad industrializada y consumista, para cuidar la naturaleza y usar los recursos de forma racional, si un porcentaje importante de su población tiene la certeza de que en el transcurso de sus vidas serán testigos del final del mundo tal y como lo conocemos? Este es el caso de los EEUU, país que ocupa los primeros lugares en uso de recursos no renovables. Ante ese escenario, las esperanzas de una visión a largo plazo que hagan sostenible la civilización tecnológica que somos se desvanecen.
Con respecto a los Derechos Humanos, hay serias incompatibilidades entre las religiones y los artículos que garantizan la libertad de pensamiento, religión, y de expresión. Interpretaciones radicales del islam condenan a muerte a quienes abandonen esa fe (si bien hay visiones más tolerantes, no son lo suficientemente difundidas, y las contradicciones internas del Corán no contribuyen a solventar el problema). También son conocidas las reacciones masivas de violencia ante opiniones críticas. Por su parte, el catolicismo establece una serie de dogmas que no admiten cuestionamiento y fue hasta hace muy poco, presionada al cambio por corrientes humanistas surgidas durante la Ilustración, que imponía su doctrina por la fuerza.
En ambas tradiciones, el trato hacia las mujeres siempre ha sido despectivo, degradante, ocupando esta un papel secundario, casi al nivel de una posesión más del varón, siendo obligada a cubrir su cuerpo con vergüenza e impidiéndosele ejercer ministerios o cargos de importancia. También han aceptado y promovido odios raciales, dictaduras, genocidios, xenofobia, esclavitud, y la toma violenta de territorios apoyados en sus textos sagrados, que les confieren un carácter de “pueblo elegido” supuestamente superior.
El concepto de democracia es quizás el que más choca con las creencias religiosas, pues el poder se deposita en la gente y no en un soberano divino, especie de dictadura celestial benevolente que es el destino final añorado. Las religiones alimentan la sumisión a un supuesto poder supremo aprovechándose de nuestro natural temor hacia la incertidumbre del futuro y lo desconocido. Eso lo vemos reflejado en las constantes referencias a un “Señor” a quien todos deben someterse, al estilo de los sistemas feudales del pasado. El poder religioso solo responde a una fuerza invisible, no aceptan mecanismos humanos que los limiten o regulen y aspiran a la inmutabilidad de sus leyes sin tomar en cuenta el dinamismo de las sociedades ni la opinión o necesidades de quienes las integran.
Afortunadamente, se han dado cambios. En esta era de la información, los ideales humanistas y democráticos se han ido divulgando y popularizando. Los conocimientos científicos nos han demostrado que somos una especie más, vulnerable a las alteraciones del ecosistema. Cada día se ganan batallas en el campo de los derechos y las autoridades civiles empiezan a estar por encima de las eclesiásticas.
No se trata de pretender la desaparición de las creencias religiosas, sino que tomemos conciencia que estas surgieron en contextos muy diferentes al actual, con muy poco conocimiento del mundo, por tanto, no siempre aplicables a una realidad cambiante y diversa donde cada día aprendemos nuevas cosas del entorno y de nosotros mismos. La sociedad debe tomar lo mejor de cada creencia e ideología y aplicarlo en beneficio de todos, sin pretender imponer una única visión, religiosa o secular. Este es el reto del siglo XXI, adaptar visiones milenarias rígidas a los ideales que nos ofrecen la mejor oportunidad de supervivencia como sociedad y como especie.
(*) publicado en La Nación el 6 de enero de 2010
(**) El texto en cursiva y azul del segundo párrafo fue suprimido de la versión publicada en La Nación, por razones de espacio.
(***) Respuesta en La Nación, por Emilio Garreaud (cura, rector de la universidad Juan Pablo II)
4 comentarios:
Buen artículo, me gustó la parte de no imponer una visión única.
Actualmente he tenido la oportunidad de conocer muchos creyentes, de varias religiones.
Algunas de estas personas son sumamente inteligentes, a pesar de su creencia, pero tienen un factor determinante, no son fanáticos religiosos.
Los que si son fanáticos, en general son personas ignorantes, intolerantes, que están sobre todo el mundo, que no razonan.
Estos ultimos para mi, son los que reflejan el verdadero espíritu de la religión.
Muy bueno el comentario, y la comparacion, sin embargo, todos sabemos, que mas alla de la religion, tenemos nuevas tendencias para controlar las masas.
...todos sabemos, que mas alla de la religion, tenemos nuevas tendencias para controlar las masas.
El problema con la religión, es que no puedes razonar o mostrar evidencia en contra de ella, está blindada contra toda crítica y fácilmente pasan cosas como las que menciona César en Mentis Liber.
Es un excelente comentario.
Me declaro evangélico, pero creo que hay algo que tomar en cuenta. Y es en sí la perversidad de la mente.
Vos ves a un tipo como George Bush que no paraba de mencionar a Dios, y a mí en lo personal me da asco ese tipo. Sus acciones en NINGÚN momento fueron "cristianas", él como la mayoría de republicanos toma la biblia como se les antoja. Claramente dice "No matarás".
El problema de las religiones radica en el poder. El poder corrompe, el poder ensucia en las manos equivocadas. Ahora póngale a un déspota la biblia, y la va a tomar a su antojo para justificar.
Yo he visto documentales a donde muchos "cristianos", por no decir republicanos, les enseñan a sus hijos que el calentamiento global es un invento, y que total de nada sirve cuidar la tierra si de por sí, ya viene Cristo.
Un famoso evangelista, llamado Dante Gebel decía o dice, que el pensamiento de la eminente llegada de Cristo lo único que causó fue un letargo en la personas: No estudio porque ya casi viene Cristo, no hago esto porque ya casi viene mi Dios.
Yo sólo tengo una explicación para esto, la mente retorcida del hombre. Una mala enseñanza desemboca en malas acciones.
Yo no soy de culpar a Dios de todo, creo que es el menos indicado de culpar. Culpo al hombre: su perversidad y principalmente su egoísmo. El pensamiento, el fin justifica los medios, ha hecho de mi planeta un desastre.
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