Para la mayoría, la respuesta a esa trascendental pregunta es obvia, sin embargo, vale la pena detenerse a analizar el tema. Lo primero antes de cualquier análisis es llegar a una definición de "Dios" y las características que comúnmente se le atribuyen. Esta tarea por sí sola es complicada y el contexto en el que se viva influye. En Costa Rica, es innegable que una mayoría se identifica con alguna forma de Cristianismo (un 47% se consideran católicos practicantes según encuestas de la UCR), sin embargo, es importante aclarar que a nivel mundial, si bien el Cristianismo goza del mayor número de adherentes, no es una mayoría absoluta. La Enciclopedia Británica en 2005 asignaba un 33% al Cristianismo (de todas denominaciones), 21% al Islam, 13% al Hinduismo, 12% no religiosos y un 2% se consideran ateos, entre otros. Esto es un indicador de que ningún credo puede proclamarse poseedor de la verdad absoluta.
Limitándonos a la concepción de las religiones judeocristianas, pareciera que las características que comparten respecto a su Dios son las un ser omnipotente (tiene el poder para hacer cualquier cosa), omnipresente (está en todas partes), omnisapiente (lo sabe todo, pasado, presente y futuro) además de poseer infinito amor y bondad. Su origen y existencia es sobrenatural (no es tangible) y es responsable de la creación del universo. Tomando en cuenta esa definición, y a partir de la observación del mundo, la respuesta a la pregunta inicial es NO, Dios no existe, o al menos las concepciones humanas prevalecientes hoy son incorrectas. Las características de omnipotencia, omnisapiencia, u omnipresencia entran en contradicción con la bondad y amor absolutos. Un ser con la capacidad de prevenir el sufrimiento (no solo el causado por nosotros mismos, sino por ejemplo de desastres naturales en los que sufren inocentes) y que sin embargo decide no intervenir, no puede definirse como amoroso o bondadoso. La respuesta a ese dilema fundamental ha sido por un lado, asumir la creencia de un Dios que no interviene en los asuntos humanos, apelar a la fé como creencia que no necesita fundamentos lógicos, o la nada satisfactoria ni convincente afirmación de que los designios de la divinidad son insondables por la mente humana. De forma similar es posible cuestionarse otros aspectos relacionados cuyo análisis es extenso y no es posible tratar aquí. En cuanto a la creación del universo, ¿por que no aceptar que este pudo surgir por si mismo por mecanismos aún por descubrir? Ciertamente, las religiones afirman que su Dios no fue creado y existe por si solo; si pueden aceptar eso, ¿por que entonces no pueden aceptarlo para el universo?
Existe desde luego la opción de desechar del todo la creencia en cualquier ser sobrenatural. El ateísmo sufre el estigma de ser una opción de vida malvada, sin valores ni principios, solo por el hecho de no basar su ética en los designios de un ser supremo, pero esto es falso. El no creyente comparte los mismos valores de solidaridad, honestidad, amor al prójimo y respeto absoluto por los derechos humanos que cualquier otra persona, la diferencia fundamental es que estos no están sujetos al esquema de premio/castigo de la creencia religiosa típica, y a la no aceptación de la existencia de ningún ser sobrenatural para el cual no hay pruebas tangibles de existencia y su definición es contradictoria y vaga. El no creyente reconoce que la vida humana es limitada, valiosa, un bien finito que hay que saber administrar de la mejor manera para si mismo y para todas las especies con quienes compartimos el planeta.
Sea cual sea la creencia escogida, debe imperar el respeto, la humildad para reconocer que nadie posee la verdad absoluta y nunca tratar de imponer las creencias personales a los demás. Eso si, nunca debemos renunciar a nuestro derecho de razonar y cuestionar.
publicado en la Prensa Libre el 29 de agosto de 2008 - http://www.prensalibre.co.cr/2008/agosto/29/opinion08.php
Limitándonos a la concepción de las religiones judeocristianas, pareciera que las características que comparten respecto a su Dios son las un ser omnipotente (tiene el poder para hacer cualquier cosa), omnipresente (está en todas partes), omnisapiente (lo sabe todo, pasado, presente y futuro) además de poseer infinito amor y bondad. Su origen y existencia es sobrenatural (no es tangible) y es responsable de la creación del universo. Tomando en cuenta esa definición, y a partir de la observación del mundo, la respuesta a la pregunta inicial es NO, Dios no existe, o al menos las concepciones humanas prevalecientes hoy son incorrectas. Las características de omnipotencia, omnisapiencia, u omnipresencia entran en contradicción con la bondad y amor absolutos. Un ser con la capacidad de prevenir el sufrimiento (no solo el causado por nosotros mismos, sino por ejemplo de desastres naturales en los que sufren inocentes) y que sin embargo decide no intervenir, no puede definirse como amoroso o bondadoso. La respuesta a ese dilema fundamental ha sido por un lado, asumir la creencia de un Dios que no interviene en los asuntos humanos, apelar a la fé como creencia que no necesita fundamentos lógicos, o la nada satisfactoria ni convincente afirmación de que los designios de la divinidad son insondables por la mente humana. De forma similar es posible cuestionarse otros aspectos relacionados cuyo análisis es extenso y no es posible tratar aquí. En cuanto a la creación del universo, ¿por que no aceptar que este pudo surgir por si mismo por mecanismos aún por descubrir? Ciertamente, las religiones afirman que su Dios no fue creado y existe por si solo; si pueden aceptar eso, ¿por que entonces no pueden aceptarlo para el universo?
Existe desde luego la opción de desechar del todo la creencia en cualquier ser sobrenatural. El ateísmo sufre el estigma de ser una opción de vida malvada, sin valores ni principios, solo por el hecho de no basar su ética en los designios de un ser supremo, pero esto es falso. El no creyente comparte los mismos valores de solidaridad, honestidad, amor al prójimo y respeto absoluto por los derechos humanos que cualquier otra persona, la diferencia fundamental es que estos no están sujetos al esquema de premio/castigo de la creencia religiosa típica, y a la no aceptación de la existencia de ningún ser sobrenatural para el cual no hay pruebas tangibles de existencia y su definición es contradictoria y vaga. El no creyente reconoce que la vida humana es limitada, valiosa, un bien finito que hay que saber administrar de la mejor manera para si mismo y para todas las especies con quienes compartimos el planeta.
Sea cual sea la creencia escogida, debe imperar el respeto, la humildad para reconocer que nadie posee la verdad absoluta y nunca tratar de imponer las creencias personales a los demás. Eso si, nunca debemos renunciar a nuestro derecho de razonar y cuestionar.
publicado en la Prensa Libre el 29 de agosto de 2008 - http://www.prensalibre.co.cr/2008/agosto/29/opinion08.php
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