viernes, 26 de septiembre de 2008

Polvo eres, y en polvo te convertirás

Como el título de esta reflexión, reza parcialmente el libro del Génesis. Más allá de cualquier contexto religioso, es una frase de gran significado que nos ofrece una perspectiva acertada de la realidad última de todo lo que nos rodea. Como decía el gran divulgador estadounidense de la ciencia, Carl Sagan, “somos polvo de estrellas”.

La existencia del Sol y todos los cuerpos del sistema solar inicia en una nube de gas y polvo interestelar, que bajo el efecto de la gravedad y si se cumplen ciertas condiciones iniciales, empieza irremediablemente un proceso de colapso. Este material inicialmente frío y poco denso se va acumulando en su centro, donde al cabo de millones de años se alcanzan temperaturas y densidades tan altas que se inician reacciones nucleares marcando el nacimiento de una estrella. El material que no cayó hacia la estrella forma un disco alrededor de esta, donde eventualmente se forman planetas como el que habitamos.

Este material está compuesto por una gran variedad de elementos “complejos” que no han existido desde siempre. Al principio, solo existía el elemento más simple y ligero de todos: el Hidrógeno, acompañado de pequeñas trazas del siguiente en orden de complejidad: el Helio. Así pues, las primeras generaciones de estrellas en el universo estaban compuestas por estos 2 elementos. Luego de millones de años de combustión en el núcleo de estos hornos nucleares naturales, las altísimas temperaturas permitieron que el Hidrógeno y el Helio se fusionaran formando elementos más pesados: Carbono, Oxigeno, Nitrógeno, Silicio, etc. El elemento más pesado que puede producirse durante la vida de la estrella es el Hierro, luego de este, la estrella se vuelve inestable, terminando su vida en una inmensa explosión conocida como Supernova, en donde las temperaturas y presiones son tan elevadas que permiten la formación del resto de elementos conocidos. Durante la explosión, todo el material es devuelto al medio interestelar, donde en un nuevo ciclo se iniciará un nuevo colapso formando ahora si estrellas con toda una gama de elementos químicos con sus respectivos planetas.

Así, el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos, el nitrógeno y oxigeno que componen el aire que respiramos, el oro y la plata de nuestras joyas, el uranio de nuestras armas de destrucción masiva, todo lo que conocemos tiene un origen común dentro de una estrella, y algún lejano día, cuando el Sol termine su vida en un suspiro que expulse sus capas de gas que calcinen la envejecida Tierra, todos volveremos irremediablemente a convertirnos en polvo interestelar para dar paso a la siguiente generación.

Esta perspectiva lejos de ser desesperanzadora, debe permitirnos apreciar la complejidad de la vida que nos rodea y ver que verdaderamente somos uno con la naturaleza. A pesar de que la vida en la Tierra pueda que no signifique mas que una rareza en un universo de caos, un suspiro en la eternidad del tiempo, una mota de polvo flotando en la inmensidad del espacio, nos revela también cuan especiales somos, y que cualquier pequeña diferencia que pueda haber entre nosotros, sea de color de piel, creencia religiosa, preferencia sexual, partido político, no significan nada dado que tenemos un origen común y al final todos por igual del polvo venimos, y en polvo nos convertiremos. Aprovechemos entonces el privilegio de la vida y la conciencia para hacer que este breve lapso de existencia sea lo mejor posible para nosotros mismos y todo lo que nos rodea.

2 comentarios:

César B. dijo...

Excelente explicación de nuestros orígenes y relación con el Cosmos.

Saludos.

César B. dijo...

Excelente explicación de nuestros orígenes y relación con el Cosmos.

Saludos.