martes, 25 de noviembre de 2008

El Cielo, de las nubes a las metáforas

Sin lugar a dudas, el temor a la muerte es uno de los sentimientos mas arraigados en el corazón del ser humano desde que tomamos conciencia de que un día, inevitablemente ésta nos alcanzará. Nos ha parecido siempre inaceptable la idea de que todas las vivencias, recuerdos, sentimientos y emociones que alguna vez constituyeron a una persona, desaparezcan en un instante, muchas veces bajo las circunstancias mas absurdas. La idea de que nuestra conciencia sobrevive la muerte de nuestro cuerpo y que en algún lugar nuestros seres amados que se fueron antes que nosotros nos esperan para una eternidad libre de sufrimientos, constituye un consuelo tentador ante la fría realidad y las circunstancias difíciles de la vida, situaciones de sufrimiento físico por alguna enfermedad y todo tipo de angustias personales. La esperanza de una vida mejor, más allá de esta, es atractiva, y muchas veces estamos dispuestos a dejar que otros guíen nuestras conciencias a cambio de promesas de recompensas intangibles o peor aún, bajo la amenaza de terribles castigos eternos.

Las ideas de lugares de los que mucho se habla, pero realmente poco o nada se sabe nos inundan día a día, a nosotros y a las generaciones que nos precedieron, pero pocas veces nos detenemos a analizar críticamente estas concepciones y concluir, ante la evidencia, si existen o son producto de la imaginación. En la antigüedad, ubicábamos la morada de los dioses en lugares inaccesibles para nosotros que despertaban sentimientos de misterio y grandeza. Los más populares han sido en la cima de las altas montañas, donde por ejemplo, moraban los dioses del panteón griego, -que en su tiempo fueron tan válidos y verdaderos como lo son hoy para millones: Yahvé, Jehová, Alá y Vishnú- y en el firmamento, las alturas, o más comúnmente llamado, el cielo, donde nuestras mentes enviaron a Dios y otros seres sobrenaturales luego de que subimos a las montañas y no encontramos a nadie. Creíamos en realidad que entre las nubes y las estrellas, lugares físicos y tangibles, habitaban estos seres, como lo evidencia la abundancia de relatos en los libros sagrados de las religiones, en donde profetas, vírgenes y Mesías ascendían en cuerpo y alma a los cielos e incluso se les veía, según las historias, atravesar las nubes.

Con el advenimiento de los telescopios con los que podemos observar a distancias tan grandes que es difícil para la mente concebirlas, y la conquista del espacio por medio de naves interplanetarias, sabemos ahora que esa concepción estaba equivocada (no hemos encontrado coros de ángeles orbitando junto a la Estación Espacial Internacional, ni nos topamos con tronos celestiales entre las nubes cuando cruzamos los cielos en vuelos trasatlánticos). Eso es comprensible y aceptable para las épocas cuando estas ideas surgieron en donde se carecía de los medios de los que hoy disponemos. Ante estos hechos, las concepciones van evolucionando inevitablemente hacia estados abstractos separados de la realidad física, y se toma como metáfora lo que alguna vez se consideró una realidad física indiscutible.

Por otro lado, se sabe que la conciencia humana tiene como base a las reacciones electroquímicas que ocurren en el cerebro; nuestros pensamientos, miedos, amores e ilusiones existen por que este importante y aún incomprendido órgano los alberga, pero al morir y cesar su actividad, se extinguen, no hay ninguna evidencia aún de que ocurra lo contrario. Esta es la realidad, pero no tiene por que ser tan desalentadora como algunos nos quieren hacer creer, por el contrario, el saber que nuestra vida es limitada es lo que la hace valiosa y le da un sentido. Se puede tener un enfoque completamente optimista de la vida aún aceptando que no existen dioses, ángeles o demonios y habiendo rechazado las tentadoras ideas de cielos y paraísos.

El tiempo que tenemos en la Tierra es corto, por tanto, aprovechémoslo de la mejor manera para nosotros y para aquellos con quienes compartimos el planeta. Probablemente no existe el cielo, pero ciertamente somos capaces de hacer de esta Tierra y nuestra existencia, un paraíso el cual disfrutar y heredar a las futuras generaciones, ahí se encuentra nuestra verdadera oportunidad de trascender.

publicado el 1 de diciembre de 2008 en la Prensa Libre - http://www.prensalibre.co.cr/2008/diciembre/01/opinion07.php