martes, 3 de febrero de 2009

Ovnis: el mito moderno

Recientemente, un reconocido "experto" internacional en el fenómeno ovni visitó nuestro país para ofrecernos conferencias sobre sus contactos con seres extraterrestres y su mensaje, que a juzgar por las entrevistas que concedió a los medios nacionales, consiste en una extraña combinación de religión, profecías mayas, e ideas de la "nueva era". Las entradas para sus conferencias, se informó, estaban prácticamente agotadas. Llama la atención el interés que este fenómeno despierta en el público, hecho que ha sido aprovechado astutamente por algunos para vender, pero llama aún más la atención la poca rigurosidad que se les exige a estos personajes cuando de probar sus muchas afirmaciones e historias se trata. Una buena dosis de escepticismo y sentido común es necesaria para superar el entusiasmo inicial que todos sentimos al contemplar la posibilidad de no estar solos en este inmenso universo.

¿Que es un ovni? Un Objeto Volador No Identificado, de ahí sus siglas. Cualquier cosa que veamos en el aire y que no sepamos exactamente lo que es entra en esta categoría, desde un globo meteorológico volando a gran altitud y movido erráticamente por fuertes corrientes de viento, hasta alguno de los miles de satélites artificiales que orbitan constantemente la Tierra. Sin embargo, el término se usa popularmente para referirse a supuestas naves espaciales provenientes de otros mundos, creadas por seres extraterrestres inteligentes –muy tímidos, a juzgar por su renuencia a mostrarse abiertamente y sin rodeos-. Este mito moderno nació en 1947 con la caída de un globo militar en el pueblo de Roswell, Nuevo México, parte de un proyecto secreto para monitorear las pruebas nucleares realizadas por la entonces Unión Soviética. El secretismo que envolvió las operaciones militares los años subsiguientes, producto de la guerra fría, contribuyeron a alimentar la imaginación de los que elaboraban teorías de conspiración en donde los gobiernos escondían al público información sobre este tipo de contactos. Pero en años recientes, con la desclasificación de documentos e informes de la época, pocas dudas quedan del origen terrenal de este y muchos otros eventos similares.

La realidad es simple: no existe actualmente evidencia de que seres extraterrestres hayan visitado la Tierra. Las supuestas pruebas usadas en libros y conferencias consisten, en el mejor de los casos, de fotos y videos borrosos y de mala calidad, de objetos luminosos y desenfocados, para los que pueden plantearse decenas de explicaciones más simples, y en el peor, de testimonios no verificables de "contactados", quienes se atribuyen el privilegio de haber sido elegidos por estos seres para enviarnos su mensaje; un mensaje que no tiene nada de extraordinario pues consiste siempre en advertencias de situaciones que nosotros mismos hemos descubierto (como el calentamiento global) así como de otras mucho más obvias (como advertirnos de los peligros de la guerra y de las armas nucleares), pero nunca algo que sea inequívocamente de origen extraterrestre, como las instrucciones para el desarrollo de alguna tecnología de generación de energía limpia o la solución de algún complejo problema físico o matemático.

Los ufólogos - "investigadores" el fenómeno ovni-, toman prestados muchos términos científicos en su lenguaje para así ganar credibilidad, sin embargo no se someten a la rigurosidad que la ciencia exige para con las escasas pruebas que estos ofrecen ante las extraordinarias afirmaciones que hacen.

No es raro, eso sí, oírles lanzar acusaciones contra la comunidad científica por indiferencia en el tema. Es falso que la ciencia no se interese en la posibilidad de vida extraterrestre. La rama de la astrobiología avanza poco a poco, y cuando la nueva generación de instrumentos de observación esté lista, se podrán analizar las atmósferas de planetas más allá del sistema solar y determinar si albergan vida. Diversos proyectos de monitoreo de ondas de radio provenientes del espacio profundo, desde Ozma hasta SETI, escuchan pacientemente esperando algún día detectar una señal proveniente de una lejana civilización. La diferencia está en que estos esfuerzos aplican el método científico y cualquier señal candidata debe pasar por un riguroso proceso de verificación antes de lanzar al mundo la noticia de lo que sería el mayor descubrimiento de nuestra especie: saber que hay otras mentes como nosotros allá afuera, mirando hacia arriba y saludando. Aún no ha llegado ese momento, pero los esfuerzos serios sin duda continuarán.

*publicado en ElPais el 19 de febrero 2009: http://www.elpais.cr/articulos.php?id=3211

3 comentarios:

César B. dijo...

Siempre me ha apasionado el sincretismo de las creencias. Al igual que el cristianismo o el islam la "ufología" es una ensalada de ideas venidas de todas partes que suenan muy bien pero que desafortunadamente están pegadas con alfileres.

Me gusta el post. Saludos.

Farid dijo...

Hola Jeudy!
Un gusto leer tu blog, se nota que tarde o temprano quienes nos dedicamos a la ciencia sentimos el impulso de denunciar tantas barbaridades sueltas que rondan el mundo. Aquí hace unos años ocurrió un revuelo similar cuando vino otro ufólogo, Jaime Rodríguez, tal vez te suene. El tipo es muy conocido acá porque hace unos años se dio el lujo de tener un programa estelar en TV sobre OVNIs.

Fuera de tema, tal vez te interese dar un vistazo a esta apuesta que puse en mi blog, dedicado a los amigos de lo paranormal (a ver quien se atreve al desafío :D) http://farid.austrinus.com/2009/02/apuesta-2012/

Me pasaré seguido por aquí, un saludo y felicitaciones! :)

Anónimo dijo...

Este artículo me acuerda a aquellos días en los que me acostada tarde viendo reportajes de ovnis, y hasta me daba miedo que me raptara un enano verde, a la vez puedo recordar aquel sentimiento de euforia que provocaba el hecho de creer que hubiera mas vida inteligente en el espacio.

Creo que a muchos les sucedió y aún siguen negando la realidad a cambió de ese sentimiento de satisfacción.

Yo por mi parte prefiero la satisfacción de aceptar la realidad a alimentar una fantasía.