martes, 6 de julio de 2010

¿Para que sirven los ejércitos?


La pregunta es retórica. Mi respuesta es: para nada (positivo al menos).

He tenido la dicha de nacer y crecer en un país sin ejército, en donde la guerra y los soldados solo se ven en las películas, y quizás por eso mi posición es tan radical en este tema. Cuando les hago esta pregunta a personas de otros lugares, sus respuestas siempre son combinación/variantes de:


  • Para defendernos de una posible invasión.
  • Para apoyar en tareas de rescate.
  • Para tareas humanitarias.
  • Para combatir al narcotráfico
Desde mi posición particular doy mi opinión. Los ejércitos solo tienen una razón de ser: la guerra. Pretender justificar su existencia en tiempos de paz para otras cosas me parece un absurdo. Los soldados se entrenan para ser duros, para matar, para obedecer sin cuestionar órdenes. Para tareas humanitarias y de rescate no se necesitan helicópteros ni aviones con armamentos capaces de aniquilar ciudades, para construir escuelas y puentes no se necesita cargar granadas ni ametralladoras. Para combatir el narco se necesita más que la fuerza bruta de las armas; se necesita inteligencia, se necesita confianza de la población para denunciar, se necesitan valores, integridad y ética que sean inculcadas desde pequeños. Se necesita desincentivar el consumo en los lugares destino de toda esa droga, no mandar flotas a los lugares de tránsito.

El gasto inmenso que conlleva mantener una estructura militar sería mucho mejor utilizado en educación y salud, en equipos de rescate civiles bien entrenados para salvar vidas, no para quitarlas, en helicópteros de rescate, no en Blackhawks. En un cuerpo policial civil bien entrenado y bien pagado. En cultura y en deporte en las zonas más alejadas donde el narco echa raíces ante el abandono de los gobiernos.

En zonas tan conflictivas históricamente como nuestra América Latina, han habido 10 golpes de Estado por cada invasión de la que haya habido que defenderse, al menos en el último siglo. Los ejércitos se han usado por el poder de turno para reprimir la disidencia, para quitar y poner gobiernos, para callar la crítica, para alimentar la millonaria industria de las armas de los países más poderosos de la Tierra que son los únicos ganadores de toda esta locura.

La paz más que un estado es un ideal que no se mantiene con amenazas mutuas entre vecinos que se enseñan todo el tiempo los dientes, compitiendo para ver quien tiene los mejores tanques, los misiles de mayor alcance o los rifles más efectivos. La paz es un ideal al que se aspira por medio del diálogo, de la resolución pacífica de conflictos, de la cooperación y de unas condiciones domésticas que permitan a su población superarse. No se puede vivir en un estado perpetuo de paranoia, pensando que en cualquier momento un ejército del país vecino cruzará las fronteras para invadir mi territorio. Sale más barato, económica, social y humanamente, mantener canales de diálogo abiertos de forma permanente entre los países, aprovechar las ventajas estratégicas compartidas para el desarrollo de todos.

Si el presupuesto que se ha usado en la guerra para controlar los territorios hoy ricos en petróleo, se hubiera usado en investigación y en ciencia, quizás ya hubieramos desarrollado alternativas energéticas sostenibles a largo plazo y amigables con el ambiente. Se hubieran curado el montón de enfermedades que hoy nos matan, se hubiera erradicado el hambre y hubiera sobrado para haber colonizado ya el sistema solar!

Soy un idealista a pesar del pesimismo que muchas veces me invade, sobre todo en estos tiempos en que veo a mi país y a mis conciudadanos, renunciar al ideal de paz que por más de 60 años nos ha hecho ser un ejemplo para el mundo, un pequeño oasis de antimilitarismo en un mundo de carreras armamentísticas y de conflictos absurdos entre hermanos. En nosotros, los ciudadanos de todos los países, está la clave del futuro. En empezar a tomar responsabilidad y dejar de delegarle todo el poder a los políticos, que no siempre (¿casi nunca?), hacen de los intereses comunes la razón de ser del trabajo que se les encomienda.

No dejemos que el miedo nos haga renunciar a nuestros ideales y empecemos a darle significado a lo que ser ciudadano significa.

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